Cuando
tenía unos treinta años, comencé a trabajar con un colega cuya historia
de vida, me hizo comprender la fuerza del deseo humano.
Gerónimo
trabajó toda su vida en un banco para sostener a su familia. Como el
salario no era suficiente, también vendía seguros. No era lo que le
gustaba, sino lo posible. Él vivió todo ese tiempo, esperando el día de
la jubilación, para encontrarse con su vocación: la historia.
Así
fue, se retiró y, en estos veinte años desde entonces, investigó,
escribió, publicó y, le dio a vida el rumbo que le había negado antes.
La
jubilación puede ser el momento para reencontrarse con la vocación que
quizá fue necesario relegar por las obligaciones del día a día. Para
desarrollar un don artístico, mejorar una habilidad.
Simplemente hay que animarse
Ana di Cesare
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