Armar un centro de jubilados parece muy sencillo, nunca lo es, menos para quienes generamos TERCERA DIMENSIÓN.
Formamos un grupo intelectualmente inquieto. Varios de quienes lo
generamos venimos del campo de la salud, de las humanidades, del
urbanismo y comprendemos las preocupaciones y alegrías de los adultos
mayores, no sólo porque somos congéneres, sino por la práctica
profesional.
No
queríamos un espacio, en el que las personas vegetaran, matando las
horas. No queríamos tampoco que los socios se reunieran exclusivamente
por la propuesta turística, o las celebraciones de fin de semana.
Por
el contrario, la oferta de talleres y actividades recreativas, las que
apuntan al campo intelectual, físico, psicológico, debían relacionarse y
subordinarse a mejorar la calidad de vida.
Por
eso nuestro primer objetivo fue crear una red de contención que ampare
a los asociados. Donde los pares se reconozcan entre ellos,
intercambien experiencias vitales y encuentren el apoyo para
reencontrarse con sus fortalezas y sus deseos.
Desde
ese piso, generar actividades que potencien la creación de los vínculos
amistosos, la integración, el reencuentro con vocaciones postergadas,
los hábitos de salud, la autoestima, la imaginación, las capacidades
artísticas, la reflexión y el divertimento.
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